dilluns, 2 de novembre del 2009

Placas Tectónicas


En la primera década de este siglo, la idea de que incluso los continentes, lejos de permanecer fijos e inmóviles, podían moverse en el curso de vastos períodos de tiempo no era completamente nueva. La persona más estrechamente vinculada a la teoría de la deriva continental fue el meteorólogo alemán Alfred Wegener. Wegener tenía interés de que en un pasado remoto debió existir algún puente terrestre que uniera Africa con Brasil, del mismo modo que Gran Bretaña estaba unida al continente hace 20.000 años, a través del canal de la Mancha, y Asia con América del Norte, a través del estrecho de Bering. Pero éstos eran ejemplos de puentes relativamente cortos. En cambio, el caso del vasto océano Atlántico hizo que Wegener considerara más seriamente la teoría de la deriva continental y, a partir de 1912, se dedicó a desarrollarla.

Postuló entonces la existencia original de un supercontinente, Pangea, que comenzó a separarse durante la era pérmica, hace más de 200 millones de años. América se desplazó hacia el oeste, alejándose de la masa continental eurasiática, y entre los dos continentes se formó el Atlántico. Australia se desplazó hacia el norte y la India se alejó de Africa. Más adelante, durante el cuaternario (hace 2 millones de años), Groenlandia se separó de Noruega. Algunos archipiélagos importantes, como los de Japón y las Filipinas, se identificaron como fragmentos dejados atrás por estas colosales separaciones.

El conjunto de la teoría proporcionaba una explicación satisfactoria de la distribución actual de las masas de tierra firme o continentales, pero era preciso encontrar el mecanismo que provocaba estos desplazamientos. A este respecto, Wegener supuso que las masas continentales flotaban sobre algún tipo de magma plástico, como el que mana de las grandes profundidades durante las erupciones volcánicas, y señaló que la constante rotación de la Tierra determinaría una deriva hacia el oeste.

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